viernes, 3 de febrero de 2012

Amazonas peruano (III): Iquitos.

Breve resumen:

Iquitos es la ciudad aislada por carretera más grande del mundo, y se encuentra en plena selva amazónica peruana. Es un importante puerto fluvial pues es la conexión en barco entre Perú, Brasil y Colombia.

Los puntos interesantes a visitar serían: El barrio de Belén, el mercado de Nanay, el centro y el bulevar de Iquitos y Quistococha, además de visitar alguna tribu indígena de “los Boras”. También es recomendable realizar algún tour guiado por la selva de varios días, aunque nosotros no pudimos hacerlo en esta ocasión.

Para llegar o salir de Iquitos se puede hacer por barco desde las ciudades de Tarapoto o Pucallpa o bien a través de su aeropuerto. El medio de transporte más popular son los mototaxis y su precio oscila entre los 3 o 4 soles el viaje.



La historia continúa:

Los primeros rayos de sol se abrían paso reflejándose las aguas del Amazonas. Rodeados de otros barcos estábamos anclados en uno de los “puertos” de Iquitos, aunque no sé qué pensáis cuando leéis la palabra puerto, pero no se parece en nada a eso. Para esta gente un puerto no es más que el propio margen del río en donde puedan “encallar” el barco para echar una tabla y poder cruzar al otro lado; nada de pantalanes, muelles u otros derivados. Ni tan siquiera era una pequeña playa (o elevación de nivel gradual que se hundiera lentamente al río), era un terraplén fangoso y abrupto lleno de basuras. No obstante, y para apartar esta sucia imagen de Iquitos (recuerdo que la de Pucallpa tampoco variaba mucho), si mirabas hacia el lado del río podías sorprenderte con algún bufeo, que para quien no lo sepa es un tipo de delfín que incluso tiene su propia leyenda:

Bufeo rosado en plena acción!!!
“Cuentan que hay dos tipos de bufeos, el bufeo negro o cenizo y el rosado. El primero dicen que es de buen corazón y que ayuda a los pescadores a atraer a sus presas, así mismo también entrega los cadáveres de los ahogados. Son los guardianes de las aguas del río. En cambio, el bufeo rosado o colorado, cuentan las leyendas que es en realidad un demonio que sale del agua y cobra forma humana. Dicen los lugareños que si encuentras a alguien que es muy esbelto no te fíes, pues puede que sea un bufeo. Las hembras bufeo se convierten en preciosas mujeres y van en busca de hombres a las ciudades, mientras que los machos se convierten en hombres para ir en busca de las chicas. También cuentan que los machos se sienten atraídos por la sangre de la menstruación femenina.”

Llegados a este punto y no os he hablado de nuestro amigo André. Él fue quien nos contó esta leyenda y muchas otras. Lo conocimos en el barco, también viajaba de Pucallpa a Iquitos, de donde era. Muchas noches nos quedábamos Israel y yo cantando rancheras en el techo y ahogando nuestras penas en cerveza. Mientras, intentábamos olvidar nuestro mal de amores del cual, como cualquier persona normal y con corazón, sufríamos en ese momento cada uno por sus motivos. André también nos acompañaba pues se sentía identificado, según decía, por llevar algún tiempo sin ver a su amada, la cual encontraría nada más llegar a Iquitos. El problema era que mientras que nosotros buscábamos canciones alegres él siempre nos sorprendía con alguna melancólica canción de esas con las que te entran ganas de hacerte el “hara-kiri” y desgarrarte las entrañas. “Por dios, que se calle el hombre este ya o lo tiro por la borda”, llegué a decirle en más de una ocasión a Israel. El tema es que entre canción y canción también intercambiábamos relatos que o bien habíamos inventado o bien habíamos leído en alguna parte. Uno de los que contó lo podéis encontrar en mi blog “de la taberna al mito” y se titulaba “los tres consejos del rey”.

Retomando el hilo temporal de la historia. Estaba amaneciendo y para ir con tiempo nos dispusimos a recoger todo nuestro material: mochilas, mosquiteras, hamacas… Salimos del barco y trepamos por “el puerto” y arriba ya nos esperaban como moscas los mototaxistas que querían llevarnos a sus hospedajes. Menos mal que esta vez contábamos con la ayuda de Yesenia y Francisco, una encantadora joven pareja de estudiantes de antropología amigos de los franceses de nuestro grupo. Ellos nos llevaron a un par de hostales donde nos quedamos fraccionados, pues no cabíamos todos en el mismo. Nuestro hostal se llamaba "la casa de Samantha", la cama nos costó s/10 la noche, y nos trataron muy bien así que lo recomiendo cien por cien.  

Del hostal tomamos unos mototaxis que nos llevaron al mercado de Nanay. Aquí tomamos un delicioso desayuno, yo por ejemplo me pedí chorizo a la brasa acompañado de una pelota hecha a base de un tipo de plátano, todo esto con su ají correspondiente. Ya con el estómago lleno fuimos a pasear por el resto de puestos del mercado. De pronto vi algo que no me sorprendió encontrar, pues lo andaba buscando, era “suri”, un tipo de gusano gordote cocinado a las brasas. No tardé ni diez segundos en pedir un “pincho” de suri. Los que nos aventuramos a probarlo en un principio fuimos Melissa, Israel y yo, aunque Claudio también lo probó al final. No podría describir el sabor extraño de este animal, no era un sabor delicioso, la verdad sea dicha, pero se podía comer. Pero la degustación no terminó ahí, me habían dicho que también se comían vivos estos gusanos así que preguntamos si disponían de tal manjar, en efecto, sí que tenían y… bueno, mejor veis el vídeo de a continuación y opináis por vosotros mismos.


Navegando hacia la tribu de los "Boras".
Para hacer una similitud con algo, podría decir que el sabor era similar al de un vegetal, como si fueran cebollas tiernas o algo así. Sin duda mucho más sabrosos vivos que a la brasa, mucho más jugosos, además con salsita y un poquito de sal la cosa mejoraba bastante. Lo mejor fue cuando preguntamos si era normal que los lugareños comiesen el suri vivo, su respuesta fue tajante y fue directa a partir en dos mi orgullo: “por dios, qué asco comerlo vivo, simplemente los tenemos para los turistas”. Sin palabras me dejó. Tampoco me quiero llevar todo el mérito yo solo, pues Israel también tuvo un par de lo que hay que tener y también se comió uno.

Árboles de aguaje, del cual se extraen los gusanos comestibles 
denominados "suri".
Después de esta exquisita experiencia gastronómica nos fuimos navegando por el Amazonas en busca de una tribu indígena, “los Boras”. Después de bajar del barquito y subir una escalera larga llegamos a una inmensa cabaña hecha de troncos y cañas y con el techo de pajas. Aquí un grupo de Boras vestidos con su indumentaria típica (bastante escasa) nos hicieron una demostración de sus bailes y cantos mientras pintaban nuestras caras. Después también nos hicieron una perfecta exhibición de “cómo venderle hasta el alma a un turista” que tampoco se les dio nada mal, pues casi todos compramos varias de sus piezas de artesanía.

Niño "Bora" corriendo desnudo a nuestro encuentro.
Mujer "Bora" mostrando su torso desnudo a la manera tradicional de la 
tribu.
Interior de la cabaña de ceremonias de la tribu. 
Demostración de danzas.
Los hombres de la tribu.
Bailando otra danza típica "Bora".
Danzando con nosotros.
Volvimos a subir al bote y ahora fuimos a una pequeña reserva de animales donde pudimos disfrutar de la compañía de simpáticos monos, osos perezosos, tortugas prehistóricas y de anacondas gigantes, aunque mejor os dejo con las fotos.

Tortuga prehistórica o tortuga Matamata.
Un simpático monete.
El oso perezoso.
La gigante anaconda.
Yo, portando la anaconda.


Típico bus de Iquitos.
Una vez de vuelta a Iquitos tomamos un bus que nos llevó a las afueras de la ciudad, allí cogimos otra vez unos mototaxis que nos llevaron al zoológico y a la laguna de Quistococha. Del estado lamentable en el que tenían a los pobres animales allí encerrados mejor no hablo. Al final del zoológico había una laguna que desde fuera era bien bonita. Llevábamos todo el día sudando por la tremenda calor y la humedad que hacía allí, pues cabe recordar que Iquitos está sumergida en medio de la selva amazónica y su clima tropical es muy marcado; el caso es que llegamos a la laguna con unas ganas tremendas de refrescarnos, pero cuál fue nuestra decepción que al entrar en la laguna el agua estaba más caliente que un caldo de gallina. Era como si nos estuviéramos bañando en el meado de todos, realmente asqueroso. De vuelta al hostal nos pilló un buen chaparrón, de esos que solo caen en la selva amazónica. Un plato de chifa (comida china) y a dormir, pues el cansancio puede con nosotros.

La laguna caliente en Quistococha.

Fabricando cigarros artesanales.
Al día siguiente nos reunimos y con unos mototaxis nos vamos al mercado de Belén. Es un mercado bastante grande en el que puedes encontrar de todo, además está situado en una zona bastante pobre. Decidimos fraccionar el grupo para que sea más fácil movernos y quedamos en unas horas en un punto de reunión. Melissa y yo nos vamos por nuestro lado y recorremos los abarrotados pasillos que quedan entre puesto y puesto. Aquí encontramos de todo, desde tabaco a carne de tortuga y de cocodrilo, desde artesanía a cráneos de monos secos, es un verdadero espectáculo.


Caracoles gigantes y cabezas de tortuga.
Carne de tortuga en el mercado de Belén.
En el mercado de Belén.
Pescado, carne, fruta... ¿para qué llevar un orden?
Más "suri" a la brasa.
Y la que cocina el "suri".
Cabezas de caimán, listas para un buen caldo.
Y el resto del cuerpo, por si te quedas con hambre.
Todo para los coleccionistas de cráneos de animales salvajes.
¿O un licor?
Suculentas carnes de todos los tipos.

Continuamos descubriendo el mercado y decidimos bajar hacia el pueblecito de Belén, que se encuentra un poco más abajo. En el camino nos advierten de que es peligroso y de que mejor que no bajemos, esto hace que nos lo pensemos mejor, pero justo cuando decidimos regresar nos sorprende André, el peruano al que ya no pensaba volver a ver. Él nos dice que si bajamos con él no habrá ningún problema, que estamos seguros, así que le acompañamos. Belén es un barrio peculiar de Iquitos, es la zona más pobre y es famoso por sus casas flotantes. Ahora es época seca y por tanto el caudal del río es bajo y podemos ver cómo todas las casas se encuentran elevadas un par de metros por encima de nuestras cabezas, pues en época de lluvia, cuando sube el cauce del río, los habitantes de esta zona tienen que ir en barca a sus hogares, pues todo se inunda.

Bajando del mercado al pueblo de Belén.
A orillas del río en Belén.
Una calle del pueblecito de Belén, con sus casas elevadas para la época de
lluvias. 
Después de un rato por allí decidimos volver, pues entre otras, llevo mi cámara encima y, aunque no la he sacado para echar ni una foto ya que es bastante llamativa, me da miedo por si me la roban. Regresamos al mercado y allí nos reunimos con el resto, no sin antes comprar un par de pipas típicas que seguro engrosarán mi ya numerosa colección de pipas del mundo.

Melissa y Dana en el Bulevar.
Vamos a comer todos juntos a un lugar que conocen Yesenia y Francisco y después, mientras el grupo grande se va a ver un mariposario, Meli, Dana y yo nos vamos a dar una vuelta tranquilos por el bulevar de Iquitos y por un centro de artesanía cercano llamado “la anaconda”. Después regresamos y nos damos un refrescante baño en la piscina del hostal y nos preparamos para despedir Iquitos saliendo de fiesta un rato por la noche. Al día siguiente, con la resaca encima, tomamos el vuelo de regreso a Lima, volviendo otra vez a la aburrida vida universitaria.


Vista desde el avi3n de la selva amazónica peruana.
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10 comentarios:

  1. Impresionante, espectacular,... sin palabras. El texto todavía no lo he leido, cuando lo lea te cuento... ;P

    Y tenías que volver a poner el video de los gusanacos... y la anaconda, que mal rollo por dios...

    Enga, un saludo!

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  2. Me entran unas ganas locas de coger una mochila e irme de viaje, hasta me comería el gusano vivo. Pero ahora estás tú ahí para contarlo y es muy chulo leerte.
    Besitos. Arantxa (tu tía).

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  3. Bien David, me ha gustado mucho el final del viaje, las fotos y la forma de contarlo.
    Un beso
    Papá

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  4. Me ha gustado mucho, pero se me ha echo corto. Tomo nota de todo por si algún día voy por esa zona, aunque no creo que pruebe esos gusanos asquerosos....
    Espero con impaciencia la siguiente entrega.....
    Chao

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  5. David... tu hostal era "la casa de samantha" :)

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  6. David, que envidia, supongo que tendrás montones de fotos...Un beso. Te voy siguiendo. Javier ESteban

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  7. Me ha gustado mucho leer y ver todo el viaje que has hecho por el Amazonas. ¿Están sabrosos los gusanitos?
    Tengo muchas ganas de darte un abrazo y pasatelo lo mejor posible allí donde estás.
    Ahora, no pierdas el tiempo y estudia todo lo que sea necesario para volver a España.
    Un beso tu abuelo.

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    1. Moltes gràcies abuelo, espera que vages llegint més a sovint!!

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  8. Como Extraño los dias que vivi en Iquitos, se los recomiendo sres. y las muchachas.. no hablaron nada de eso en este articulo.... bueno

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